La creciente inseguridad en la ciudad ha impactado directamente en la vida cotidiana de las familias, generando cambios significativos en su rutina y limitando el desarrollo normal de niñas y niños, según testimonios de habitantes del sector San Isidro.
Una madre de familia relató cómo, ante el temor por la violencia, ha optado por mantener a su hija pequeña resguardada en casa, evitar salir de noche e incluso suspender temporalmente su trabajo. La situación llegó al punto de retirar a su hija del primer año de kínder por temor a trasladarse diariamente al plantel escolar, lo que implicó la pérdida de un año de educación preescolar.
“El encierro, la incertidumbre, las noticias constantes sobre balaceras y personas desaparecidas han generado ansiedad en casa. Ya no hay espacios seguros para la recreación ni para llevar a los niños”, expresó.
La mujer compartió que uno de los momentos más difíciles ocurrió cuando su hija, durante una balacera cercana a su domicilio, reconoció de inmediato el sonido de los disparos, lo que evidencia el grado de exposición que viven los menores en zonas con altos índices de violencia. “La niña decía: ‘No te bajes, son balazos’, porque sabía que su amiga vivía en ese lugar. Eso no se le olvida”, narró.
El testimonio también destaca cómo los niños, incluso desde temprana edad, están cada vez más familiarizados con términos relacionados con la violencia, al escucharlos en casa o a través del internet. “Ya saben qué significa que alguien desapareció o que hubo una balacera. Están creciendo en un ambiente donde lo anormal se ha vuelto cotidiano”, lamentó.
Finalmente, la madre expresó su preocupación por el impacto emocional que estos hechos tienen en los niños y por la normalización de la violencia en su entorno. Recordó con tristeza el caso reciente de una menor fallecida, cercana a su familia, lo que incrementó aún más el miedo de vivir y criar a sus hijos en ese contexto.